lunes, 17 de julio de 2017

La magia de las fotos (Alegría y risas del señor Scrooge)


Érase una vez en un reino llamado Extraña que había una banca toda hecha de hojalata a la que nadie quería por su falta de corazón. Un día ocurrió que la pobre banca oyó hablar de unos magos tan poderosos que hasta podían cambiar el gusto de la gente e impulsarles a comprar toda clase de cosas que no necesitaban en realidad.

- "Quiero conocer a esos magos", dijo la hojalatada banca a su amigo el espantapájaros político.
- "¡Mano de santo!", respondió éste. "Atiende a lo que te digo: si la gente piensa que tengo un alma -yo, que soy poco más que un traje y una corbata rellenos de paja- es gracias a la magia de los publicitarioz".

Las palabras de su amigo terminaron de convencer a la lustrosa financiera, que partió sin más a encontrarse con esos magos publicitarioz en su castillo, para lo que tomó el camino de la famosas barandillas. "Anda que encargarle a Calatrava la reforma del foso del castillo: tres cocodrilos han muerto ya ensartados en los pinchos decorativos que puso el tío y el caso ha salido en todos los periódicos", pensó mientras llegaba a una puerta flanqueada por un mono alado, al lado izquierdo concretamente. "Adelante", ordenó una voz en oz. El interior del castillo era mucho más modesto de lo que podía esperarse por su fachada, y el aspecto de los creativoz también.

- "Quiero que me quieran", soltó sin más rodeos la banca.
- "Meterla doblada tiene un precio".
- "La muerte también lo tenía, y mírala ahora: más viva y barata que nunca".
- "Touché... Podemos hacerlo. Sólo tienen que llenar sus escaparates con imágenes de gente sonriente y hacer lo mismo en los escaparates virtuales de los medios, esta vez con un doble fín: vincular su marca con valores humanos y positivos, y generar en esos medios una relación de dependencia respecto a sus aportaciones económicas. Claro que ustedes no necesitan los anuncios realmente mientras se sigan llevando bien con los espantapájaros, pero es sabido que la prensa no muerde la mano que le da de comer, y es así por tanto la manera de asegurarse que nadie vuelva a poner en duda que ustedes tienen un corazón dentro de ese corpachón de hojalata".
- "Amén, hermano".

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Y así fue que desde aquel día todos los escaparates de la banca de hojalata se llenaron de alegría y sonrisas, y también los medios de comunicación, y por fín consiguió la banca su corazón, y todas las personas que salían en las fotos vivieron felices en las fotos y comieron perdices en las fotos.

Alegría y risas del señor Scrooge - Fotografía tomada en Murcia en julio de 2017

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